El orden de los factores altera el producto

Max Yakin Bozek
6 min readJul 24, 2015

July 24, 2015

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Re-diseñando la rutina diaria

¿Era tan fácil?

Básico, aparentemente sencillo pero un cambio fundamental. De ahora en más voy a dedicar las mañanas a las tareas que tienen que ver con mis fundamentos de vida primordiales, mis valores esenciales y mis objetivos personales. Las tareas que tienen que ver con las obligaciones, burocracias varias y trabajos de clientes, en cambio, serán planificados para hacer por las tardes.

La primera mitad, antes

Mi rutina diaria hasta hoy era exactamente la inversa; desde el amanecer hasta la hora del almuerzo, toda la primer mitad del día estaba dedicada a los ejercicios diarios de rutina, trabajos de diseño por encargo, clases de alumnos, seguimiento de los artistas que entreno, leer para estar actualizado, responder emails y satisfacer las necesidades de mis clientes; en fin, obligaciones de varios tipos, todas ellas con el denominador común de ser emitidas por el deseo de terceros.

La segunda mitad, antes

Recién después del almuerzo comenzaba la segunda mitad del día donde supuestamente me dedico a satisfacer mis intereses personales, donde doy lugar a la práctica artística, a la creación, a la edición de mi obra, e incluso al trabajo más burocrático relacionado con mi vida de artista (como puede ser el armado de portfolios, redacción de conceptos, presentaciones, etcétera).

Ese fue mi esquema diario de los últimos años, y como resultado de tal abordaje, mi trabajo artístico se fue paulatinamente relegando a un segundo y tercer plano hasta quedar casi olvidado detrás de todas la actividades “importantes” a las que la primera mitad del día estaba abocada.

Invertir la rutina; escuchar los deseos

¿Y por qué este detrimento involuntario contra nuestros más genuinos intereses? Evidentemente porque a pesar de lo palinificado, casi todo el caudal cognitivo y fuerza creativa se agotaba en esas cinco primeras horas matinales reservadas para las tareas que menos goce personal me proporcionaban. Así, cuando llegaba el momento de hacer el fantástico click y pasar a ocuparme de las actividades que sí satisfacen mi deseo, en ese momento podían suceder varias cosas desfavorables para una realización efectiva de aquello que había sido planeado. A saber: algunos días las tareas de la mañana (obligaciones) no eran finalizadas y en la inercia de aquella actividad o el deseo de culminación — sin siquiera pensarlo — continuaba con el trabajo matinal en detrimento de lo que estaba planificado para la tarde (mi obra). Otras veces, lo que conspiraba con mi trabajo artístico era algún imprevisto inevitable que surgía y obviamente el momento de insertar ese improvisto en mi día era reemplazando lo que no era obligatorio, es decir, lo que ocupaba mis tardes. Y cuando esa no era la causa, lo era la modorra típica post almuerzo sumado al agotamiento mental de una mañana hiperactiva y caótica, dando como resultado otra vez lo mismo: la eterna postergación de mis tan preciados proyectos.

El desequilibrio inconsciente

El contexto ideal para los auto saboteadores

Trabajos por encargo eficientemente cumplidos en la mañana y trabajos personales eternamente postergados por la tarde. Una lógica bastante perversa para mi desarrollo personal artístico, pero que por alguna razón de mi inconsciente auto-destructivo tardé mucho en advertir.

Lo que dice la ciencia

En el campo de la ciencia del comportamiento humano y la psicología que estudia los hábitos cotidianos se han publicado recientemente una serie de ensayos en los que a través de varias experiencias se comprueba que la capacidad intelectual de nuestro cerebro posee una limitación cuantitativa, es decir, tenemos una cantidad de energía cognitiva diaria que se iría desgastando a medida que nuestro cerebro va realizando operaciones durante el transcurso del día. Según estas teorías, la capacidad de cognición del cerebro humano se reactiva en su totalidad todas las noches mientras dormimos. También hay una cierta cantidad de recuperación menor después de las comidas, y una recuperación fuerte a nivel neurológico también se puede obtener mediante la práctica de la meditación, pero eso ya es todo otro tema en sí mismo. Y en este caso sólo quiero apelar a lo que aplica a todos los seres humanos (sin necesidad de que sean meditadores), y eso es la recuperación que se nos da naturalmente durante el sueño y el desgaste que sufrimos en el día.

Es lo que Tony Stubblebine (CEO de Coach.me) menciona como Cognitive Budget, y este artículo del New York Times ha dado en llamar “Decision Fatigue”. Lo que ambos dan a entender es que al despertar, todas las capacidades del cerebro humano están en su máximo potencial intelectual para realizar operaciones abstractas y desiciones complejas; y a medida que vamos realizando actividades, este caudal diario se va desgastando como si fuera un tanque de nafta que se vacía de la mañana a la noche todos los días. Lo que indican estos y otros recientes estudios es que cada actividad que el cerebro realiza consume una dosis de su energía diaria, dando por resultado que a la tarde nuestra capacidad intelectual de respuesta es menor y esto se agrava más aún por las noches, en ese momento, luego de haber funcionado extensamente es cuando el cerebro está más predispuesto a evitar todo tipo de actividad intelectual. Y esto ocurre incluso a pesar de nuestra voluntad consciente, el cerebro elige mecanismos como la procrastinación, la pereza, el error y diferentes formas de evasión inconsciente para evitar todo tipo de tareas que lo sobre-exija. Muchas consecuencias de esta tendencia anteriormente eran atribuidas a la falta de “fuerza de voluntad” en el comportamiento de las personas, pero lo que estos estudios demuestran es que incluso la tal llamada fuerza de voluntad está altamente condicionada por el momento del día en que necesitamos que ella intervenga para actuar a nuestro favor.

En definitiva: somos mucho más proclives a procrastinar, rendirnos a la pereza, claudicar a la tentación o dejarnos vencer por la evasión cuanto mayor sea la cantidad de horas que hayan pasado desde que nos levantamos renovados cada mañana.

De la práctica a la teoría y viceversa

Es decir que lo que ya estaba ciertamente demostrado en la práctica de la vida diaria, ahora se fundamenta con toda evidencia, y en mi caso personal me lleva a concluir que, si realmente tengo intenciones serias con mi carrera artística, el método que estuve eligiendo desde hace años está cronológicamente mal diseñado.

Si triunfar en mi trabajo artístico es lo que deseo por sobre todas las otras actividades laborales que realizo, también se entiende que esa actividad sea la que más riesgo emocional y miedo al fracaso me genera, por lo tanto, también es la que más energía cognitiva me consume y la que inconscientemente más tiendo a postergar. Está claro que en el corto plazo nos gana el impulso y el reflejo (subconsciente) de no hacer lo que más nos cuesta o lo que nos desafía en serio y requiere de un alto grado de esfuerzo intelectual. Pero el costo de esta postergación constante de los intereses más profundos es enorme, casi podría decirse que a largo plazo es el costo (ahora consciente) de la satisfacción o el rechazo de mi propio ser para conmigo mismo. Es lo que me hará sentirme profesionalmente completo, o por el contario, insatisfecho.

Entonces

Acabo de re diseñar mi rutina diaria e invertir el orden de los objetos, lo cual, ante la mirada desatenta será un pormenor, un pequeño detalle sin demasiada importancia; pero la experiencia y ahora también la ciencia indican que lo que voy a invertir y re asignar en verdad es el valor que le doy a mis verdaderos deseos en relación a las tareas secundarias y obligaciones burocráticas. Si las mañanas han demostrado ser el momento del día en que más lúcido me encuentro, donde tengo más energía y disposición atenta, entonces voy a dedicar esta lucidez a luchar por lo que más quiero, a no esquivar ni posponer más mis verdaderos deseos. Imagino en el mejor de los casos, que si mi trabajo de la mañana en mis proyectos dan resultado, ¿acaso me va a importar tener menos energía a la tarde para llevar adelante lo que no me gusta tanto? ¿será incluso necesario que yo me siga ocupando personalmente de todas esas obligaciones si me convierto en la persona eficiente que realmente quiero? Y en el peor de los casos, cualquiera fuera el resultado, ¿qué cosa más linda puede haber que saltar de la cama todas las mañanas híper motivado porque lo que a uno primero le espera es dedicar su tiempo/cuerpo a producir arte, a estar con uno mismo en las abstractas profundidades estéticas y dedicarse a escuchar esa pulsión creativa que llevamos dentro los artistas, que es, en definitiva, lo que da mayor sentido a nuestras vidas?

Fuentes relacionadas:

Originally written by Max Yakin Bozek for Better Humans.
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